En el último tiempo, Juan Fernando Quintero ha presidido la cuota de esperanza en la Selección Colombia. El de River se ha despojado de toda crítica y tomó la batuta de montar sociedad y hacer sonreír nuevamente a los pies de James y Falcao, en Rusia 2018, llevando disfrute al equipo. Por ello, sin él, también habrá que aprender a jugar.
Quintero significaba para Queiroz la antítesis de lo que ha ejecutado el ‘luso’ en este último tiempo. El 4-4-2 plano, con un doble cinco fijo, como el que usaba en Irán y le dio resultado, hasta donde pudo, cuando enfrentó a España en la Copa del Mundo.
Sin Quintero, el libreto se altera. El idílico equipo con James-JFQ se diluyó el fin de semana pasado, cuando el zurdo de River se rompió los ligamentos y la producción tuvo que buscar un nuevo actor de reparto.
Sin Juan Fernando, Colombia pierde juego interior y pase en cortada seguro. Es una lectura menos para descifrar los callejones que deja la defensa rival y poner, eventualmente, mano a mano al delantero -Falcao o Zapata- con el portero contrario.
De un posible 4-1-2-1-2, con un rombo en la mitad teniendo a Barrios de 5, Uribe de 8, James de 10 y Quintero de enganche, o un 4-2-3-1, con Barrios-Uribe en el eje y Muriel-Quintero-James por delante, Queiroz tendrá que pasar a un módulo donde James no sufra al cargar con toda la creatividad mientras se ocupan posiciones estáticas al ataque.
A James habrá que rodearle de espacios, creados por jugadores que estén constantemente dibujando líneas de pase y montando sociedades en zona dos, en campo contrario. La aparición a la altura de área contraria de Matheus Uribe, desprendiéndose del doble cinco hasta llegar al área, el vértigo de Luis Díaz o Sebastián Villa y la potencia física y velocidad de Muriel, serían los nuevos recursos para esta Selección que tiene una nueva tarea en el inicio de la era Queiroz: aprender a jugar sin Quintero.
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