28 de octubre de 1972: la noche en que Pambelé le cambió el pulso a Colombia

Augusto César Puello Mestre
Por Augusto César Puello Mestre - Codirector
5 min de lectura

El parte noticioso fue claro y rotundo: Antonio Cervantes “Kid Pambelé” noqueó en el décimo asalto a Alfonso “Peppermint” Frazer en el Gimnasio Nuevo Panamá y se convirtió en el primer campeón mundial de boxeo de Colombia en el peso wélter junior, 140 lb. El país amaneció distinto. En los radios y en la televisión de blanco y negro quedó impresa la escena: Frazer al suelo, la cuenta inexorable y un cinturón que, por fin, llevaba tricolor.

La pelea me cuentan que fue áspera. «Frazer era veloz, movía la cintura y picaba con el jab; Pambelé en cambio se resgiardaba, era económico, paciente, aprendiendo el ritmo del campeón», contó el eterno Napoleón Perea. La balanza se fue inclinando entre el octavo y el noveno: el colombiano encontró distancia, castigó arriba y abajo, y llegó al diez con una derecha que apagó las luces del local. El veredicto fue también social: Colombia sabía, por fin, lo que era ganar en el mundo. Las crónicas enumeraron 15.000 testigos en el coliseo y millones a la distancia.

Aquella noche no nació un mito: se confirmó en cambio una vida. Hijo de San Basilio de Palenque, criado entre oficios humildes, Pambelé inició a construir una carrera llena de éxitos, que lo hicieron merecedor del cariño de todo un país, gracias a que encadenó defensas que pasearon el cinturón por Puerto Rico, Venezuela y Colombia.

En la banda sonora de esa noticia eterna suenan dos voces. Napoleón Perea, el narrador que convirtió cada golpe en suspenso, registró para la radio colombiana el derribo final: todavía hoy, cuando uno escucha su cinta, la piel se eriza como si el conteo ocurriera de nuevo. La otra es la de Campo Elías Terán, otra garganta histórica, quien inmortalizó el fervor en una pieza que Carlos Vives volvió canción: “Pambe”. «Voy a contar una historia…», dice el verso que abre el tema, y sobre esa línea desfilan coros y destellos de la gloria que vivió el país aquella noche.

Aquí el reporte se abre en crónica. Yo no había nacido, no soy amante del boxeo, pero al oír a Napoleón siento la vibración del ring como si el tablón de la lona fuese piso de sala en Colombia. Campo Elías entra y sale con su timbre inconfundible y la canción de Vives me devuelve el color de una madrugada compartida: imagino los radios encendidos, las ventanas abiertas, las calles desiertas por unos minutos de campana y gloria. La noticia fue un nocaut; pero su significado, descansará eternamente en la memoria de un país que poco sabe ganar.

Pero toda gesta tiene su contracara humana. Pambelé también conoció los pasillos fríos de la soledad y la pobreza, el zarpazo de las adicciones, los tropiezos de quien subió tan alto que el descenso duele más. Lo ha contado él mismo, en entrevistas donde alterna el orgullo por el cinturón con el peso de las decisiones. Esa fractura biográfica no borra su hazaña: la vuelve más real, más cercana, más nuestra.

Pambelé. Salón Internacional de la Fama del Boxeo en 1998, lugar asegurado entre los mejores wélter junior de la historia, nombre propio en listados de élite. Pero, sobre todo, un legado emocional que va más allá de los cuadriláteros: Palenque se oyó en Panamá, Cartagena retumbó en Puerto Rico, y Colombia aprendió que sus héroes pueden nacer en la orilla humilde y reescribir el mapa del orgullo de país.

Eso pasó el 28 de octubre de 1972. Seguimos contando la misma historia cada vez que suena una grabación de Napoleón, cada vez que la voz de Campo Elías irrumpe en “Pambe”, cada vez que alguien repite la frase que quedó tatuada en la cultura popular. La noticia fue una: Pambelé campeón del mundo. La crónica, en cambio, sigue: pues, esa noche, un país aprendió a ganar.

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Cofundador y codirector de PrimerTiempo.CO. Comunicador social, periodista deportivo, 15 años de experiencia en medios de comunicación. Contacto: apuello@primertiempo.co.