La reciente aprobación en la asamblea de Dimayor de un estudio de viabilidad para la Primera C en Colombia, presentado por Llaneros FC, ha generado varias reacciones. Es fundamental, en primer lugar, aclarar que lo que se aprobó fue un estudio, no la creación de la Primera C, y que este paso, por sí solo, está lejos de garantizar que la categoría se incorpore al esquema de ascensos y descensos del país.
Fuentes cercanas a la Dimayor señalan que una mayoría de clubes se opondría a la creación de la C si llegara el momento de votar su aprobación en asamblea. La razón parece clara: la División Mayor del Fútbol en Colombia está dominada por equipos pequeños que, conscientes de los riesgos económicos y deportivos, difícilmente aprobarían una nueva categoría que podría afectar sus intereses.
Veamos. En la Primera B, al menos seis o siete equipos, por ser generosos, rara vez compiten por el ascenso. Su permanencia se sostiene, en gran medida, por los ingresos provenientes de los derechos de televisión y la esperanza de descubrir algún talento joven que les permita obtener recursos adicionales. Estos clubes ven con preocupación cualquier cambio que amenace esa estabilidad económica.
Por otro lado, la Primera A, con 20 equipos, también cuenta con un número considerable de clubes cuyo principal objetivo es evitar el descenso. Para ellos, la posibilidad de una tercera categoría representa un riesgo mayor: caer a la C implicaría un golpe casi irreversible, dadas las dificultades financieras y deportivas que ello conllevaría.
Asi que, antes de plantearse la creación de la Primera C, creo que Colombia debe abordar problemas estructurales en la A y la B. Iniciando por la disparidad entre 20 equipos en la Liga y 16 en Torneo. Esta diferencia afecta la competitividad y el desarrollo de proyectos deportivos serios. La diferencia numérica entre ambas divisiones desincentiva la búsqueda de logros deportivos para los pequeños, pues las condiciones no fomentan un tránsito fluido y justo entre las categorías.
Una alternativa más sensata a crear la C sería potenciar la Supercopa Juvenil ya existente o revivir el Torneo de Reservas con un calendario paralelo a la A y la B. También podría implementarse un torneo sub-23, como sucede en países de América como México y Brasil. Estas opciones de seguro fortalecerían las canteras, brindarían mayor rodaje a los jugadores jóvenes y permitirían a los clubes mantener una base competitiva sin comprometer sus finanzas.
La propuesta de Llaneros FC no carece de lógica. Por un lado, parece un intento desesperado por desprenderse de su mala reputación de club mañoso, bien ganada en la B tras los episodios polémicos que todos conocemos. Por otro, seguramente busca dar visibilidad a ciudades intermedias y pequeñas que han quedado fuera del fútbol profesional, ya sea por malas gestiones o falta de infraestructura. Sin embargo, creo que las condiciones actuales hacen que la creación de la Primera C luzca remota.
En conclusión, más que añadir una nueva categoría, el fútbol colombiano necesita primero resolver las inconsistencias entre la A y la B. Solo después de construir una base sólida podrá discutirse, con verdadera seriedad, la viabilidad de una Primera C.