Lo que ocurrió anoche en el estadio Jaime Morón León es una absoluta vergüenza desde la orilla en la que se le mire. La invasión del terreno de juego derivó en la suspensión de un partido que, simple y sencillamente, NO DEBIÓ SEGUIR.
El mensaje que ayer envío la DIMAYOR al país es pésimo. No puedes retomar un compromiso después de lo que pasó. La plata de la televisión o del patrocinador no está por encima de todo. Es decir, sacamos a la gente que estorba y jugamos, listo. Así no debe ser.
El fútbol es una empresa privada, pero los equipos se deben a su hinchada y a su territorio. El comportamiento casi mafioso de la DIMAYOR y de algunos de sus socios, aludiendo siempre esa independencia por ser empresas privadas, ha desatado profundas crisis en algunos equipos del país, entre ellos Real Cartagena.
El fútbol no puede desconocer al hincha, no puede darse de espaldas al dolor o la felicidad de una afición. Reanudar un compromiso después de lo que se vio en la cancha del Jaime Morón es legitimar que, desafortunadamente, eso es lo que pasa: a los clubes no les importa su afición.
El artículo 59 del reglamento del fútbol colombiano dice claramente que el partido debe reanudarse sólo cuando se suspende por fuerza mayor. También agrega que NO se considerará fuerza mayor las causas atribuidas a la conducta de los espectadores. Sencillo: el partido debió darse por terminado.
Capítulo también aparte para el árbitro Camilo Colmenares, de corta experiencia además, seguramente no supo qué hacer y siguió instrucciones, le faltó criterio y decisión para tomar la decisión lógica: no jugar más.
Es una muestra de otro cáncer que padece el fútbol de la B, la Comisión Arbitral, que va nombrando árbitros inexpertos a diestra y siniestra sin ningún sonrojo, y los resultados saltan a la vista: no he visto un solo torneo en el planeta con tantos errores arbitrales como los que se presentan en la B.
Y así podemos seguir encontrando razones para rechazar desde todas las aristas lo que pasó ayer. Pero nada va a cambiar, los hinchas están cansados, pero el sentimiento pesa y seguramente ahí van a estar siempre.
ColombiaGol y Rodrigo Rendón, los dueños del equipo, seguirán teniendo la autonomía para decidir el futuro del fútbol profesional en la ciudad ya que, si ellos no quieren, por estatutos nadie más podrá representar a Cartagena.
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