Se fue Eugenio Baena, pero su voz nunca se apagará

Augusto César Puello Mestre
Por Augusto César Puello Mestre - Codirector
3 min de lectura

En Cartagena hay voces que se quedan para siempre, que sobreviven a los estadios y a las transmisiones, que se cuelan en la memoria como si fueran parte del aire caliente que envuelve a la ciudad. La de Eugenio Baena Calvo fue una de esas voces. Clara, entusiasta, con la cadencia justa para que el béisbol pareciera poesía, el fútbol, un relato de aventuras, el boxeo una epopeya y el patinaje un canto.

De niño, en la Ermita del Pie de la Popa, fue monaguillo inquieto, travieso y curioso. De acuerdo al sacerdote que ofició su última eucaristía, era capaz de recitar oraciones en latín y de robar sonrisas entre los feligreses. Esa mezcla de fe, memoria y desparpajo marcaría su vida: siempre atento a los detalles, siempre listo para contar una historia. Y así, desde la radio, narró medio siglo de deporte para Cartagena y Colombia, atravesando generaciones.

Fue testigo y cronista de campeonatos de béisbol, de noches de boxeo inmarcesibles, de mundiales de fútbol, de días gloriosos para el fútbol y Real Cartagena y de las gestas del patinaje que lo tocaban en lo más personal. Su voz sonó en todo evento deportivo posible: Juegos Olímpicos, Panamericanos, Bolivarianos; en estadios repletos y en canchas polvorientas; en la radio nacional y en el micrófono improvisado de una liga local. Siempre con la misma entrega, siempre con la misma pasión.

Y si hubo un equipo que llevó en el corazón, ese fue Real Cartagena. Lo contó en tardes gloriosas como aquellas de 2005 y en noches de tristeza, sintiendo con cada oyente el peso de 13 años en la B. Cuando estaba junto a él, la esperanza de ascender ya no era solo un resultado deportivo: era una causa compartida, un sueño que repetía con fe cada que tenía la oportunidad, como si con su voz pudiera empujar el balón hasta la primera división.

Su muerte, el 8 de agosto, dejó en silencio una de las frecuencias más queridas de la ciudad. Pero el vacío no es mudo: se llena con los ecos de sus saludos, con el “feliz día” que repetía como una bendición cotidiana, con las anécdotas que sus colegas y oyentes guardan como un tesoro. Porque hay voces que no mueren; solo se transforman en recuerdos que siguen narrando, aunque ya no haya emisión alguna.

En Eugenio se fue un periodista, sí, pero también un pedazo de la radio de Cartagena. Queda su timbre en la memoria colectiva, como si la ciudad entera pudiera todavía sintonizarlo en alguna esquina, entre el rumor del mar y el bullicio de la tribuna.

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Cofundador y codirector de PrimerTiempo.CO. Comunicador social, periodista deportivo, 15 años de experiencia en medios de comunicación. Contacto: apuello@primertiempo.co.