«Mi Real, cómo te quiero… Te llevo en el corazón», le cantó con el alma al equipo que siguió hasta los últimos instantes de su vida. Se apagó la voz de Karisma Celestial, falleció Edgardo Monterroza, uno de los hinchas más reconocidos de Real Cartagena, y destacado cantante de música católica de la ciudad. Su voz ya no estará más en el Jaime Morón para celebrar los goles de su equipo amado, pero sus canciones perdurarán por la eternidad.
Muchos lo conocieron en iglesias católicas de la ciudad. «Que ninguna familia se albergue debajo del puente», decía una de las canciones que inmortalizó con su voz, y que miles de devotos de la ciudad escuchaban a diario. Sus canciones acompañaron misas y celebraciones religiosas en toda Cartagena de Indias. Pero también le prestó su talento a su otra pasión, Real Cartagena.
Edgardo era un asiduo asistente al Nido Amarillo, hasta que la penosa enfermedad que apagó su voz se lo permitió. Todos lo conocían, todos lo saludaban, más de uno aprovechó su cercanía con Dios para pedirle que orara por la suerte del equipo. De su pluma y de su voz nació «Soy auriverde», tema convertido en himno de Los Heroicos, que suena antes de cada partido. «Arriba, arriba, arriba Real.. Soy auriverde de corazón».
Y no solo le cantó al Real Cartagena o a Dios. Un día se inspiró, y compuso «A palo limpio», que se convirtió en un himno del béisbol profesional colombiano.
«Mi vida musical nace en 1988. Trato de hacer un grupo musical y voy metiendo a mi familia, con el fin de sembrar esa semilla del Señor e inculcar esos valores y esos principios», le contó a Rafa Guerra en una entrevista hace varios años. Su familia siempre fue un aspecto importante, familia que siempre lo acompañó en el estadio. Era común verlo junto a sus hijos Edgardo Enrique, Nataly y Jessica, fruto de su matrimonio con Nasly Puello.
Paz en la tumba de Edgardo Monterrosa. Desde el cielo no se perderá un partido de su Real Cartagena del alma. Y mientras su voz siga retumbando en el Jaime Morón, los hinchas y amigos que allí lo conocimos esperamos que le hable al oído al Todopoderoso, para que nos envíe el ascenso.