Históricamente, Real Cartagena ha sido un equipo bastante sufrido. Sus resultados podrían tallarse en el decálogo del lamento. Los hinchas, fieles pero genuinos, se han topado con los paisajes típicos de una institución que transita sobre aguas tan marrones como inestables: derrotas, llantos, penas, fracasos.
Muy atrás, como si se tratara de la época de las cavernas, quedaron las tardes domingueras de éxtasis. Que Real anotó en el último minuto. Que Chamorro, aquel volante de pelo ondulado, selló la primera victoria del equipo que, tras un año fugaz de ausencia, logró el regreso a la máxima división del fútbol profesional colombiano.
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Los goles de Edward Jiménez, delantero de tantas batallas, y el rostro puritano de José Manuel Nájera Ríos permanecen en la memoria de quienes asistían al Jaime Morón León con el centellante plateado de un radiecito de pilas doble AA. Tales recuerdos se trasformaron en los síntomas de la mediocridad. Hoy, casi doce años después, el hincha bohemio del club que vestía de auriverde combate sus penas deportivas, penas que ya lloran sin lágrimas, con el gambeteo de la Motoneta Palomino.
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¿Cuándo cesarán los males? ¿Cuándo gozaremos de un cielo sonriente? ¿Cuándo dejaremos de adueñarnos de amargos diciembres? Luego de ocho años de intentos infructuosos, la nueva directiva de Real Cartagena, conformada por los dueños de la agencia Colombiagol, ha decidido apostarle a la carretera más polvorienta pero paciente de todas: la que se construye desde las bases.
Bajo ese punto, el primer dilema salta a la lona: ¿puede haber armonía entre la formación y la competitividad? ¿El ascenso es un puerto prioritario? El proyecto de Colombiagol, iniciativa que aún no ha abierto sus puertas (la presentación oficial del modelo 2021, por ejemplo, no se dio), se ejecuta sobre la arena de una playa que amenaza con sublevarse.
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¿Cómo harán los directivos de la agencia de representación de jugadores para convencer a los hinchas de Real Cartagena, equipo que no disputa un partido de primera división desde noviembre de 2013, de la paciencia típica de un proyecto que depende de la evolución de atletas muy poco experimentados?
La mayoría de los jugadores del tinglado heroico es sorprendentemente joven. La pareja de centrales (Deivi Barrios y Daniel Pedrozo) del equipo que dirige Nilton Bernal es, según lo han manifestado las mismas redes sociales del equipo, la más joven de Colombia. ¿Habrá armonía entre la formación y la competitividad? La pregunta debe ser repetida. El aficionado concienzudo de Real Cartagena sobrevive a pesar de dichas contradicciones.
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Ese mismo aficionado, doliente que no le teme ni a la hostilidad comunicativa del fútbol de la B, protesta. No se calla. Grita. Escribe. Agacha la mirada cada vez que algún comentarista de la televisión nacional afirma que el Jaime Morón es una selva sin leones.
Este cúmulo de párrafos, más que un análisis del reciente empate cartagenero, es un llamado a la oficialidad del equipo. ¿Dónde está el nuevo presidente de Real Cartagena? ¿Por qué no ha habido una presentación oficial? ¿Cuál es el objetivo tangible de Colombiagol? ¿La prioridad es la venta de activos? ¿La prioridad es el ascenso? Tanto la hinchada como el periodismo exigen explicaciones.
¿Y Nilton Bernal?
Nilton Bernal asumió, sin dudas, el reto más complejo de su carrera técnica. El otrora jugador de Millonarios se ha encargado de liderar el paso del amateurismo al profesionalismo de la veintena de jugadores novatos de Real Cartagena. El primer año de sus pupilos, digno de un relato carcelario, fue lógico: las derrotas inclinaron la balanza. Casi todos los futbolistas de la versión 2020 de la camiseta que reemplazó al Sporting barranquillero se estrellaron contra la hostilidad competitiva de la segunda división.
Nilton no recibía críticas muy rimbombantes. La cúspide del ascenso no estaba en sus planes. Era difícil, muy difícil, alcanzar una gran cosecha con semillas muy biches. Pero el tiempo pasó, y el dictamen de la evolución se incrustó en el discurso del hincha. El 2021, con la inyección de futbolistas más curtidos (Juan Pablo Pino, Jhony Meza, José Enamorado, Juan José Salcedo, Jhon Figueroa e Ignacio Cuffaro), ha sido el escenario de los supuestos. Que los muchachos deben jugar mejor. Que los triunfos deben aumentar. Que no solo hay que ganar en casa (la última victoria visitante data del 2019). Las manos lucen vacías.
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Evidentemente, la progresión competitiva del Real Cartagena de Bernal ha dado pasos leves. Como local, salvo el último encuentro, los números mejoraron (Cortuluá, Barranquilla y Llaneros sucumbieron). Por fuera, como si la tecla de cambio del DJ le tuviera temor al cambio, el clima ha oscurecido.
A Bernal, en últimas, se le critica su constante estado de confusión. Los cambios nominales drásticos, además de su inaceptable lectura de partidos, han acabado con la oxidada credibilidad del bogotano. ¿Por qué prescinde de Jhonny Meza? ¿Cómo explica el cambio posicional extremo de Jefferson Díaz? En el segundo gol de Orsomarso, su pésima ubicación, síndrome de un defensa inexperto, facilitó la andanada de los de Palmira. ¿Por qué, repito, prescinde de Jhony Meza?
El Real Cartagena de Bernal necesita disiparse. Pero nada será posible sin las decisiones eficientes de los de arriba. Luego, a través de este mismo espacio, hablaremos de lo que vemos en el césped.
Les adelanto: los laterales, con deficientes intervenciones, flaquean; Lora, el talentoso mediocampista, le ha dado un poco de forma creativa a la zona media del equipo; Girado, aunque con goles, necesita tomar mejores decisiones; Pino, el diferente; Cuffaro, el de las asistencias; y la producción de los que se plantan en los últimos tres cuartos, en cabeza de Mario Álvarez, ha sido sobresaliente. ¿Por qué, entonces, se pierden tantos puntos? Carencia de intensidad, y la intensidad va ligada a la concentración. Hay detalles que matan. Hay detalles que latigan a Real Cartagena.