Por: Un Tal Puchys, hincha de Real Cartagena, integrante de la barra Rebelión Auriverde.
El día más feliz de la hinchada auriverde fue hace quince años. En aquella oportunidad Real Cartagena clasificó de sexto en el torneo clausura, después de cosechar en la fase de todos contra todos 29 puntos, producto de ocho partidos ganados, cinco empatados y cinco perdidos. Por reglamento del torneo, con los ocho primeros clasificados se armaron dos grupos de cuatro equipos, en los que quedaron dispuestos los impares en un grupo y los pares en otro. Así, Real Cartagena quedó instalado en el grupo B con Independiente Medellín, Deportivo Pereira y Santa Fe, quienes en el todos contra todos clasificaron de segundo, cuarto y octavo, respectivamente.
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Llegó así la última fecha de los cuadrangulares finales. Era un 11 de diciembre de 2005. Los equipos llegaban así: Santa Fe, primero, ocho puntos. Medellín, siete puntos. Real Cartagena, siete puntos. Pereira, seis puntos. Medellín igualaba en puntos en la segunda casilla del cuadrangular B con el Real Cartagena, pero el equipo antioqueño con una diferencia de gol de cero superaba al heroico que tenía -1.
La fecha se desarrollaba en simultáneo. Pereira vs Medellín y Real Cartagena vs Santa Fe. Es decir, Real Cartagena, para poder estar en la final de la máxima categoría del fútbol colombiano tenía que ganarle a Santa Fe por dos goles más que cualquier hipotético triunfo del Medellín. O ganarle a Santa Fe, y que Pereira no perdiera ante el DIM.
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El equipo paisa estaba ganando en el Hernán Ramírez Villegas cuatro goles por dos, mientras que el heroico vencía a Santa Fe 3-0 en el antiguo Pedro de Heredia…. ¡SÍ! Faltaba un gol, un gol para poder estar en nuestra primera final, y esta vez no era para volver a ascender: era para tocar el mismísimo cielo con los dedos.
Didier Muñoz en la cancha sacaba de todo, y asfixiaba cualquier intento de grito de gol del conjunto cardenal. Corrían los minutos finales en ambos compromisos, aunque en «La perla del Otún» el partido iba ligeramente más adelantado. En una jugada en el área chica del lado sur del estadio se decreta penal a favor del heroico. Nadie lo podía creer… Estábamos a once metros de una final de la A.
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El encargado de cobrar era Luis Omar Valencia. Muchos en el estadio, producto de ese negativismo histórico que siempre ha estado arraigado a nuestra cultura cartagenera, pensamos «se lo mamó»… pero no. Ahí estaba Luis Omar, con su sonrisita de Guasón de Batman, cobrando con esa exquisitez que siempre lo caracterizó. ¡GOOOOOOL! Y a la final.
Fue un momento único, y hasta ahora, irrepetible. Era lo más cerca que hemos estado de campeonar, de verdad verdad. Luego, como diría un periodista argentino, el tiempo cometió la estupidez de seguir transcurriendo. Optó por acumular un montón de presentes vulgares encima de ese pasado casi perfecto. Al menos yo debo tener la honestidad de recordarlo para toda la vida. Yo conservo el deber de la memoria.