Hitos judiciales del Caso Chiquita Brands

Ciudad | PrimerTiempo.CO
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Chiquita Brands, multinacional reconocida en el sector agroindustrial por su trayectoria en la producción y comercialización de banano, se ha visto envuelta durante más de dos décadas en uno de los casos judiciales más complejos relacionados con la responsabilidad corporativa en contextos de conflicto armado. Su operación en Colombia, especialmente en la región del Urabá antioqueño, expuso a la compañía a un entorno violento marcado por la presencia de grupos armados ilegales, lo que derivó en una serie de decisiones difíciles, investigaciones, sanciones y procesos judiciales que han dejado una huella en la historia del país.

Durante la etapa más aguda del conflicto armado en Colombia, la bananera Chiquita Brands se vio inmersa en un entorno de violencia y coacción que condicionó sus operaciones. Entre 1997 y 2004, al igual que otras empresas que operaban en la región y diversas zonas del país, la compañía se enfrentó a presiones sistemáticas por parte de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). En ese contexto, la bananera afirma que se realizaron pagos no voluntarios como una respuesta obligada para proteger la integridad de sus empleados y mantener en funcionamiento sus actividades productivas en zonas controladas por actores armados ilegales.

Principales hitos judiciales del caso Chiquita Brands

El primer gran momento legal se registró en 2007, cuando la compañía compareció ante el Departamento de Justicia de los Estados Unidos. En dicha instancia, admitió haber realizado pagos a las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) por un valor aproximado de 1,4 millones de dólares entre los años 1997 y 2004. Según la compañía, estos pagos no fueron voluntarios, sino que respondieron a un contexto de coacción directa y amenazas contra su personal y operaciones. Sin embargo, esta admisión derivó en una sanción económica de 25 millones de dólares, que marcó el inicio formal de las consecuencias legales para la multinacional. Paralelamente a la sanción en Estados Unidos, se abrieron procesos judiciales en Colombia, donde se investiga la presunta responsabilidad penal de sus ex ejecutivos.

Uno de los episodios más discutidos dentro del caso tuvo lugar en octubre de 2024, cuando el diario colombiano El Tiempo publicó una investigación que cuestiona la credibilidad de los testimonios presentados en los litigios contra la compañía. De acuerdo con esa información, algunos testigos clave —ex integrantes de las AUC— habrían recibido pagos por parte de abogados que representan a las víctimas, bajo la figura de “ayudas humanitarias”. Chiquita Brands y otras compañías involucradas, como Drummond, sostienen que estos pagos constituyen sobornos para manipular las declaraciones de los testigos y condicionar el resultado de los juicios.

Este hallazgo llevó a la revelación de documentos aportados por la bananera, entre ellos correos electrónicos, registros financieros y fotografías, que vinculan dichos pagos con declaraciones obtenidas de manera irregular. Las pruebas fueron incluidas en los procesos judiciales tanto en Colombia como en Estados Unidos, y pusieron en tela de juicio la imparcialidad de las actuaciones legales.

Otro hito clave ocurrió el 10 de junio de 2024, cuando un juez federal en Florida dictó una sentencia a favor de las víctimas que demandan a Chiquita Brands por su presunta vinculación con las muertes perpetradas por las AUC.

En el marco de estos procesos, también se han alcanzado acuerdos con los abogados de más de 2.500 familias por un valor de 12,8 millones de dólares, con el objetivo de cerrar una parte del extenso litigio.

Este acuerdo no solo representó una compensación económica significativa, sino que también reflejó la voluntad de la entidad de poner fin a un conflicto legal prolongado, sin que ello implicara una admisión de culpabilidad en el apoyo a grupos armados. La compañía ha reiterado que sus decisiones se tomaron en un contexto extorsivo, donde el incumplimiento de las exigencias podría derivar en secuestros, ataques o asesinatos a su equipo.

Sin embargo, el caso se ha tornado aún más complejo con las acusaciones de manipulación de testigos. Según lo revelado por el mismo abogado que logró el acuerdo con la multinacional, otro letrado involucrado habría participado en una supuesta estrategia para coaccionar declaraciones contra Chiquita Brands, añadiendo una nueva capa de incertidumbre al caso, en la medida en que la imparcialidad del proceso judicial queda en entredicho.
En conjunto, los acontecimientos judiciales del caso reflejan no solo las decisiones tomadas por una compañía bajo presión, sino también los dilemas éticos y legales que enfrentan las corporaciones que operan en zonas de conflicto. Desde su sanción inicial en Estados Unidos, pasando por las controversias sobre la legitimidad de los testigos, hasta el reciente acuerdo con las víctimas, cada etapa del proceso ha dejado ver las complejidades del entorno judicial cuando se entrecruzan actores armados, entidades extranjeras y contextos de violencia estructural.

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